Educación sentimental para la niña de tus ojos

Sabela Latas. Xabelia. Menudillos de Cuento


©Franz Marc - Der Traum. para Sabela Latas. Xabelia. Menudillos de Cuento
©Franz Marc - Der Traum

"El sueño" de Marc es una obra que me describe a la perfección, como un espejo". Sabela Latas siempre escribió por encargo hasta que puso en marcha su blog, Xabelia y empezó a hacerlo para ella misma, poblandolo de microrrelatos. "A veces escucho o leo frases que me traen un cacho de historia que luego completo. Me siento cómoda en el Menudillo de Cuento, pequeño, quizá poco valorado, pero con sustancia de sobra para rumiar una vez leído". Le encanta escribir poesía: "Confesarlo todo sin que nadie me entienda"

DESOBEDIENCIA ÉPICA 


Caperucita Roja salió de casa para ir a ver a su abuelita. No se entretuvo en el camino, tal y como le habían aconsejado su madre y los gobernantes, sino que se fue derecha por el bosque, con su cesto y su abrigo encarnado, evitando al lobo feroz del caos que acechaba a las niñas desobedientes. Cierto que Caperucita llegó sana y salva a su destino. Cierto que ella y su abuela hablaron de pasteles y de herencias, de vecinos maledicentes y de lo que la nieta quería ser de mayor, como hacían el resto de las familias anestesiadas ante la televisión. Cierto que el depredador voraz revolucionario murió de inanición sin haber podido catar las carnes de ambas, ni de nadie de los alrededores. Mas todos los que leyeron el cuento echaron de menos la gallardía de un cazador justiciero; la sangrienta asechanza de la bestia hacia la bella; el gusto por el travestismo de muchos seres animados; y la dialéctica hegeliana entre el lobo-abuela camuflado de Estado y la niña rebelde de preguntas capciosas. Con la desobediencia siempre han nacido las mejores historias.
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Julio Ramón Ribeyro. Sólo para fumadores


Julio Ramón Ribeyro. Sólo para fumadores.Doctor Ojiplático


Sin haber sido un fumador precoz, a partir de cierto momento mi historia se confunde con la historia de mis cigarrillos. De mi período de aprendizaje no guardo un recuerdo muy claro, salvo del primer cigarrillo que fumé, a los catorce o quince años. Era un pitillo rubio, marca Derby, que me invitó un condiscípulo a la salida del colegio. Lo encendí muy asustado, a la sombra de una morera y después de echar unas cuantas pitadas me sentí tan mal que estuve vomitando toda la tarde y me juré no repetir la experiencia. 
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Walter Benjamin. El Deseo


Doctor Ojiplatico. Walter Benjamin

 

EL DESEO

Una tarde, al finalizar el sabbat, los judíos de una aldea chasídica estaban reunidos en una mísera taberna. Todos eran vecinos de la localidad, salvo uno al que nadie conocía, triste y andrajoso, que permanecía en cuclillas junto a la estufa. Los temas de conversación habían ido languideciendo, cuando surgió la cuestión de lo que cada cual pediría si le fuese concedido un único deseo. Este de acá querría dinero, aquél, un buen yerno, el tercero, un nuevo banco de carpintero, y así sucesivamente.
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Ramón Gomez de la Serna. Caprichos


Ramón Gomez de la Serna. Caprichos



LA MANO

El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado.
Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía, por higiene, con el balcón abierto, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino.
La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto.
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Dino Buzzati. La Grabadora


Dino Buzzati. La Grabadora

LA GRABADORA

Le había dicho (muy bajito) le había suplicado estate callada por favor, la grabadora está grabando de la radio no hagas ruido sabes que lo adoro, está grabando El Rey Arturo de Purcell, precioso, puro. Pero ella exasperante pasota canalla de aquí para allá con los tacones rotundos por el puro gusto de verlo sulfurarse y luego se aclaraba la voz y luego tosía (aposta) y luego reía socarronamente sola y encendía el fósforo de modo que hiciera el máximo ruido y luego de nuevo pasos vigorosos de aquí para allá arrogante, y mientras Purcell Mozart Bach Palestrina los puros y divinos sonaban inútilmente, ella miserable pulga piojo angustia de mi vida, así no era posible durar.
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Raymond Queneau | Ejercicios de estilo


Raymond Queneau. Ejercicios de estilo

En Ejercicios de estilo (1947) Raymond Queneau narra un incidente trivial de 99 maneras distintas. Es uno de esos libros de imposible clasificación, una obra literaria con un fuerte componente metaliterario o tal vez “paraliterario”, como indica Antonio Fernández Ferrer en el prólogo de su excelente traducción (Ed. Cátedra, 1993).
Ejercicios de estilo es un claro ejemplo del uso de una restricción literaria (escribir 99 veces la misma historia) como un motor creativo, una de las características del movimiento OuLiPo, del que Raymond Queneau fue uno de los fundadores.

La versión titulada RELATO nos da una idea del incidente que se cuenta:
Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre.
Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.
A continuación algunos ejemplos de cómo narrar -con bastante humor- la misma historia:
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Giorgio Manganelli. Centuria


Giorgio Manganelli. Centuria


OCHENTA Y TRES

Los dos amigos están unidos por una singular forma de complicidad: el primero cree que es un maníaco sexual, el segundo que está aquejado de manía homicida. Esa condición, que en sí misma resulta cualquier cosa menos aburrida, se complica por el hecho de que ambos se consideran unos estetas y por tanto unos contempladores de su propia manía. Se desprende de ahí que el maníaco sexual es de una singular castidad, y el maníaco homicida de una innatural pero elegante dulzura. En efecto, cada uno de los dos ha delegado en el otro la tarea de perseguir la propia manía: por lo que le corresponde al maníaco sexual satisfacer la manía homicida del amigo, y al maníaco homicida vivir la manía sexual del compañero. Naturalmente, el maníaco homicida, en el papel de maníaco sexual, es de una inepcia total, cosa que el amigo sabe perfectamente; de idéntica manera, el maníaco sexual no sería capaz de realizar el más modesto y obvio de los homicidios.
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Marco Denevi. Falsificaciones


Marco Denevi. Falsificaciones


DULCINEA DEL TOBOSO

Vivía en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y de Francisca Nogales. Como hubiese leído novelas de caballería, porque era muy alfabeta, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea del Toboso, mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen y le besaran la mano, se creía joven y hermosa pero tenía treinta años y pozos de viruelas en la cara. Se inventó un galán a quien dio el nombre de don Quijote de la Mancha. Decía que don Quijote había partido hacia lejanos reinos en busca de lances y aventuras, al modo de Amadís de Gaula y de Tirante el Blanco, para hacer méritos antes de casarse con ella. Se pasaba todo el día asomada a la ventana aguardando el regreso de su enamorado. Un hidalgo de los alrededores, un tal Alonso Quijano, que a pesar de las viruelas estaba prendado de Aldonza, ideó hacerse pasar por don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en su rocín y salió a los caminos a repetir las hazañas del imaginario don Quijote. Cuando, confiando en su ardid, fue al Toboso y se presentó delante de Dulcinea, Aldonza Lorenzo había muerto.
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Robert Musil. El Sastre


Robert Musil. El Sastre


I

No creo que haya sido un sastre.

Ante el juez, dijo: "quiero ir a la cárcel, señor, en ninguna otra parte me siento mejor. Mi madre ha muerto, perdí a mis amigos; ah, nunca fui tan agresivo con mi madre como debería haber sido. ¿Qué valor tiene la vida? Téngame lástima. Téngame lástima, señor Juez, enciérreme para siempre. Si lo hace, yo sería feliz; allí podría trabajar como sastre, no necesitaré salir al mundo. El juez, sin embargo, no se conmovió: lo sentenció a una semana de arresto.

El condenado protestó pidiendo la revisión de su proceso, porque la sentencia le parecía demasiado breve.

El juez le informó que la revisión de un sentencia demasiado breve era cosa del fiscal; pero el fiscal no tenía ganas.
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Sławomir Mrożek. La revolución


Sławomir Mrożek. La revolución
“En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

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Marcel Schwob. Frate Dolcino. Hereje


Marcel Schwob. Frate Dolcino. Hereje

Aprendió a conocer las cosas santas en la iglesia de Orto San Michele, donde su madre lo alzaba para que pudiese tocar con sus manitos las bellas figuras de cera colgadas ante la Santa Virgen. La casa de sus padres estaba al lado del baptisterio. Tres veces por día, al alba, a mediodía, al anochecer, veía pasar a dos hermanos de la orden de San Francisco que mendigaban pan y ponían los pedazos en un cesto. Con frecuencia los seguía hasta la puerta del convento. Uno de esos monjes era muy viejo; decía haber sido ordenado por el mismo San Francisco. Le prometió al niño enseñarle a hablarles a los pájaros y a todos los pobres animalitos de los campos. Pronto Dolcino pasó sus días en el convento. Cantaba con los hermanos y su voz era fresca. Cuando sonaba la campana para pelar las legumbres, les ayudaba a limpiar sus hierbas alrededor de la gran tina. El cocinero Robert le prestaba un cuchillo viejo y le permitía repasar las escudillas con su toalla. A Dolcino le gustaba mirar, en el refectorio, la pantalla de la lámpara en la cual se veían pintados los doce apóstoles con sandalias de madera en los pies y pequeños mantos que les cubrían los hombros. 

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Oskar A. H. Schmitz. Carnaval




Oskar A. H. Schmitz. Carnaval

traducción original de enlalistanegra


Hace treinta años, cuando todavía yo recibía las primeras lecciones en la escuela de placer, algunos nobles venecianos intentaron una vez poner de moda de nuevo la hermosa costumbre del carnaval del siglo XVIII. Se reunieron avanzada la noche, cuando los primeros y claros destellos aparecían sobre las lagunas, en Erberia, y se estimó un evento de gran elegancia, a pesar de que presentaba un sórdido aspecto. La gente se personó con disfraces hechos jirones, las flores colgaban del pelo suelto de las mujeres; las mejillas pálidas, los ojos parpadeantes debían contarles a los conciudadanos el fantástico cuarto de hora de embriaguez disfrutado apenas un momento antes. Amaban despertar los celos y las sospechas de los demás, y demostrarles que uno sabía cómo reírse de eso. No se necesita ser un gran conocedor del corazón humano para saber que muchos de los recién llegados no venían ni de fuera del salón de baile, ni de la mesa de juego, ni de los pequeños armarios secretos, sino que acababan de levantarse de la cama, y luego de haberse aprestado a su descuidado aseo, habían sacrificado la costumbre de su sueño matutino. Yo había pasado la noche en la Sala del Ridotto, bailando, jugando y bebiendo mucho. Mis atenciones se habían concentrado particularmente en una mujer que llevaba una máscara de seda amarilla. Su voz poseía un susurro cálido maravilloso. Sabía cómo arrimarse suavemente y dejaba brillar bajo el extremo de la máscara los grandes dientes blancos. Yo tenía dieciocho años de edad y a ella, por cómo iba vestida, la tomé al menos por duquesa.
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Juan Jose Arreola. Anuncio


Juan Jose Arreola. Anuncio
Dondequiera que la presencia de la mujer es difícil, onerosa o perjudicial, ya sea en la alcoba del soltero, ya en el campo de concentración, el empleo de Plastisex©, es sumamente recomendable. El ejército y la marina, así como algunos directores de establecimientos penales y docentes, proporcionan a los reclusos el servicio de estas atractivas e higiénicas criaturas.
Ahora nos dirigimos a usted, dichoso o desafortunado en el amor. Le proponemos la mujer que ha soñado toda la vida: se maneja por medio de controles automáticos y está hecha de materiales sintéticos que reproducen a voluntad las características más superficiales o recónditas de la belleza femenina. Alta y delgada, menuda y redonda, rubia o morena, pelirroja o platinada: todas están en el mercado. Ponemos a su disposición un ejército de artistas plásticos, expertos en la cultura y el diseño, la pintura y el dibujo; hábiles artesanos del moldeado y el vaciado; técnicos en cibernética y electrónica, pueden desatar para usted una momia de la decimoctava dinastía o sacarle de la tina a la más rutilante estrella de cine, salpicada todavía por el agua y las sales del baño matinal.

Tenemos listas para ser enviadas todas las bellezas famosas del pasado y del presente, pero atendemos cualquier solicitud y fabricamos modelos especiales. Si los encantos de Madame Recamier no le bastan para olvidar a la que lo dejó plantado, envíenos fotografías, documentos, medidas, prendas de vestir y descripciones entusiastas. Ella quedará a sus órdenes mediante un tablero de controles no más difícil de manejar que los botones de un televisor.

Si usted quiere y dispone de recursos suficientes, ella puede tener ojos de esmeralda, de turquesa o de azabache legítimo, labios de coral o de rubí, dientes de perlas y... etcétera, etcétera. Nuestras damas son totalmente indeformables e inarrugables, conservan la suavidad de su tez y la turgencia de sus líneas, dicen que sí en todos los idiomas vivos y muertos de la tierra, cantan y se mueven al compás de los ritmos de moda. El rostro se presenta maquillado de acuerdo con los modelos originales, paro pueden hacerse toda clase de variantes, al gusto de cada quien, mediante los cosméticos apropiados.

La boca, las fosas nasales, la cara interna de los párpados y las demás regiones mucosas, están hechas con suavísima esponja saturada con sustancias nutritivas y estuosas, de viscosidad variable y con diferentes índices afrodisíacos y vitamínicos, extraídas de algas marinas y plantas medicinales. «Hay leche y miel bajo tu lengua...», dice el Cantar de los cantares. Usted puede emular los placeres de Salomón; haga una mixtura con leche de cabra y miel de avispas; llene con ella el depósito craneano de su Plastisex©, sazónela al oporto o al benedictine: sentirá que los ríos del paraíso fluyen a su boca en el largo beso alimenticio. (Hasta ahora, nos hemos reservado bajo patente el derecho de adaptar las glándulas mamarias como redomas de licor.)

Nuestras venus están garantizadas para un servicio perfecto de diez años —duración promedio de cualquier esposa—, salvo los casos en que sean sometidas a prácticas anormales de sadismo. Como en todas las de carne y hueso, su peso es rigurosamente específico y el noventa por ciento corresponde al agua que circula por las finísimas burbujas de su cuerpo esponjado, caldeada por un sistema venoso de calefacción eléctrica. Así se obtiene la ilusión perfecta del desplazamiento de los músculos bajo la piel, y el equilibrio hidrostático de las masas carnosas durante el movimiento. Cuando el termostato se lleva a un grado de temperatura febril, una tenue exudación salina aflora a la superficie cutánea. El agua no sólo cumple funciones físicas de plasticidad variable, sino también claramente fisiológicas e higiénicas: haciéndola fluir intensamente de dentro hacia fuera, asegura la limpieza rápida y completa de las Plastisex©.

Un armazón de magnesio, irrompible hasta en los más apasionados abrazos y finamente diseñado a partir del esqueleto humano, asegura con propiedad todos los movimientos y posiciones de la Plastisex©.
Con un poco de práctica, se puede bailar, luchar, hacer ejercicios gimnásticos o acrobáticos y producir en su cuerpo reacciones de acogida o rechazo más o menos enérgicas. (Aunque sumisas, las Plastisex© son sumamente vigorosas, ya que están equipadas con un motor eléctrico de medio caballo de fuerza.)

Por lo que se refiere a la cabellera y demás vegetaciones pilosas, hemos logrado producir una fibra de acetato que tiene las características del pelaje femenino, y que lo supera en belleza, textura y elasticidad. ¿Es usted aficionado a los placeres del olfato? Sintonice entonces la escala de los olores. Desde el tenue aroma axilar hecho a base de sándalo y almizcle, hasta las más recias emanaciones de la mujer asoleada y deportiva: ácido butírico puro, o los más quintaesenciados productos de la perfumería moderna. Embriáguese a su gusto.

La gama olfativa se extiende naturalmente hasta el aliento, sí, porque nuestras venus respiran acompasada o agitadamente. Un regulador asegura la curva creciente de sus anhelos, desde el suspiro al gemido, mediante el ritmo controlable de sus canjes respiratorios. Automáticamente el corazón acompasa la fuerza y la velocidad de sus latidos...

En la rama de accesorios, la Plastisex© rivaliza en vestuario y ornato con el atuendo de las señoras más distinguidas. Desnuda, es sencillamente insuperable: púber o impúber, en la flor de la juventud o con todas las opulencias maduras del otoño, según el matiz peculiar de cada raza o mestizaje.

Para los amantes celosos, hemos superado el antiguo ideal del cinturón de castidad: un estuche de cuerpo entero que convierte a cada mujer en una fortaleza de acero inexpugnable. Y por lo que toca a la virginidad, cada Plastisex© va provista de un dispositivo que no puede violar más que usted mismo, el himen plástico que es un verdadero sello de garantía. Tan fiel al original, que al ser destruido se contrae sobre sí mismo y reproduce las excrecencias coralinas llamadas carúnculas mirtiformes.

Siguiendo la inflexible línea de ética comercial que nos hemos trazado, nos interesa denunciar los rumores, más o menos encubiertos, que algunos clientes neuróticos han hecho circular a propósito de nuestra venus. Se dice que hemos creado una mujer tan perfecta, que varios modelos, ardientemente amados por hombres solitarios, han quedado encinta y que otros sufren ciertos trastornos periódicos. Nada más falso. Aunque nuestro departamento de investigación trabaja a toda capacidad y con un presupuesto triplicado, no podemos jactamos todavía de haber librado a la mujer de tan graves servidumbres. Desgraciadamente, no es fácil desmentir con la misma energía la noticia publicada por un periódico irresponsable, acerca de que un joven inexperto murió asfixiado en brazos de una mujer de plástico. Sin negar la posibilidad de semejante accidente, afirmamos que sólo puede ocurrir en virtud de un imperdonable descuido.

El aspecto moral de nuestra industria ha sido hasta ahora insuficientemente interpretado. Junto a los sociólogos que nos alaban por haber asestado un duro golpe a la prostitución (en Marsella hay una casa a la que ya no podemos llamar de mala nota porque funciona exclusivamente a base de Plastisex©), hay otros que nos acusan de fomentar maniáticos afectados de infantilismo. Semejantes timoratos olvidan adrede las cualidades de nuestro invento, que lejos de limitarse al goce físico, asegura dilectos placeres intelectuales y estéticos a cada uno de los afortunados usuarios.

Como era de esperarse, las sectas religiosas han reaccionado de modo muy diverso ante el problema. Las iglesias más conservadoras siguen apoyando implacablemente el hábito de la abstinencia, y a lo sumo se limitan a calificar como pecado venial el que se comete en objeto inanimado (!). Pero una secta disidente de los mormones ha celebrado ya numerosos matrimonios entre progresistas caballeros humanos y encantadoras muñecas de material sintético. Aunque reservamos nuestra opinión acerca de esas uniones ilícitas para el vulgo, nos es muy grato participar que hasta el día de hoy todas han sido generalmente felices. Sólo en casos aislados algún esposo ha solicitado modificaciones o perfeccionamientos de detalle en su mujer, sin que se registre una sola sustitución que equivalga a divorcio. Es también frecuente el caso de clientes antiguamente casados que nos solicitan copias fieles de sus esposas (generalmente con algunos retoques), a fin de servirse de ellas sin traicionarlas en ocasiones de enfermedades graves o pasajeras, y durante ausencias prolongadas e involuntarias, que incluyen el abandono y la muerte.
Como objeto de goce, la Plastisex© debe ser empleada de modo mesurado y prudente, tal como la sabiduría popular aconseja respecto a nuestra compañera tradicional. Normalmente utilizado, su débito asegura la salud y el bienestar del hombre, cualquiera que sea su edad y complexión. Y por lo que se refiere a los gastos de inversión y mantenimiento, la Plastisex© se paga ella sola. Consume tanta electricidad como un refrigerador, se puede enchufar en cualquier contacto doméstico, y equipada con sus más valiosos aditamentos pronto resulta mucho más económica que una esposa común y corriente. Es inerte o activa, locuaz o silenciosa a voluntad, y se puede guardar en el closet.

Lejos de representar una amenaza para la sociedad, la venus Plastisex© resulta una aliada poderosa en la lucha por la restauración de los valores humanos. En vez de disminuirla engrandece y dignifica a la mujer, arrebatándole su papel de instrumento placentero, de sexófora, para emplear un término clásico. En lugar de mercancía deprimente, costosa o insalubre, nuestras prójimas se convertirán en seres capaces de desarrollar sus posibilidades creadoras hasta un alto grado de perfección.

Al popularizarse el uso de la Plastisex©, asistiremos a la eclosión del genio femenino, tan largamente esperada. Y las mujeres, libres ya de sus obligaciones tradicionalmente eróticas, instalarán para siempre en su belleza transitoria el puro reino del espíritu.

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Roberto Arlt. He visto morir


Roberto Arlt. He visto morir


Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanosos tras de las rejas. Cinco menos 2. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas. Más sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.


La letanía.


Espacio de cielo azul. Adoquinado rústico. Prado verde. Una como silla de comedor en medio del prado. Tropa. Máuseres. Lámparas cuya luz castiga la obscuridad. Un rectángulo. Parece un ring. El ring de la muerte. Un oficial.
“..de acuerdo a las disposiciones… por violación del bando… ley número…”
El oficial bajo la pantalla enlozada. Frente a él, una cabeza. Un rostro que parece embadurnado en aceite rojo. Unos ojos terribles y fijos, barnizados de fiebre. Negro círculo de cabezas.
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huída hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos. Frente roja. Mejillas rojas. Ojos renegridos por el efecto de luz. Grueso cuello desnudo. Pecho ribeteado por las solapas azules de la blusa. Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte.
“..artículo número…ley de estado de sitio… superior tribunal… visto… pásese al superior tribunal… de guerra, tropa y suboficiales…”
Di Giovanni mira el rostro del oficial. Proyecta sobre ese rostro la fuerza tremenda de su mirada y de la voluntad que lo mantiene sereno.
“..estamos probando… apercíbase al teniente… Rizzo Patrón, vocales… tenientes coroneles… bando… dése copia… fija número…”
Di Giovanni se humedece los labios con la lengua. Escucha con atención, parece que analizara las cláusulas de un contrato cuyas estipulaciones son importantísimas. Mueve la cabeza con asentimiento, frente a la propiedad de los términos con que está redactada la sentencia.
“..Dése vista al ministro de Guerra… sea fusilado… firmado, secretario…”


Habla el Reo.


-Quisiera pedirle perdón al teniente defensor…
Una voz: -No puede hablar. Llévenlo.
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja de adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen. ¿Zoncera? ¿Nerviosidad? ¡Quien sabe!.
El reo se sienta reposadamente en el banquillo. Apoya la espalda y saca pecho. Mira arriba. Luego se inclina y parece, con las manos abandonadas entre las rodillas abiertas, un hombre que cuida el fuego mientras se calienta agua para tomar el mate.
Permanece así cuatro segundos. Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar.
Ha formado el blanco pelotón de fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Éste grita:
-Venda no.
Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso.
Surge una dificultad. El temor al rebote de las balas hace que se ordena a la tropa, perpendicular al pelotón fusilero, retirarse unos pasos.
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?
-Pelotón, firme. Apunten.
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
-¡Viva la anarquía!
-¡Fuego!
Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas.
Fogonazo del tiro de gracia.


Muerto.


Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.
Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez de Última hora, Enrique Gonzáles Tuñón, de Crítica y Gómez, de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara:
-Está prohibido reírse.
-Está prohibido concurrir con zapatos de baile.
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Revista Entropía. Número 4.


Desde Abril del año pasado el Blog Historias de la Historia y Ediciones Toison/Gram, publican trimestralmente la Revista de Relatos Entropía

¿Sabes qué es Entropía?
(Del gr. ἐντροπία, vuelta, usado en varios sentidos figurados).
1. f. Fís. Magnitud termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema.
2. f. Fís. Medida del desorden de un sistema. Una masa de una sustancia con sus moléculas regularmente ordenadas, formando un cristal, tiene entropía mucho menor que la misma sustancia en forma de gas con sus moléculas libres y en pleno desorden.
3. f. Inform. Medida de la incertidumbre existente ante un conjunto de mensajes, de los cuales se va a recibir uno solo.
Pero como el castellano no es una lengua muerta, yo os voy a regalar otra acepción del término
Entropía (espero que la RAE la tenga en cuenta en próximas actualizaciones):

4. Revista de relatos ilustrados cuya finalidad es el fomento de la lectura, para los no iniciados, y el deleite para los lectores habituales. Saltarás de relatos de ciencia ficción a la emocionante Edad Media, pasando por la intriga policíaca, el terror… con el único límite de tu imaginación...

Acaba de editarse el número 4 de Entropía que la semana que viene podréis encontrar en vuestros puntos de venta habituales. Más relatos, más sensaciones, más poesía, más autores, energías renovadas y uno de los clásicos entre los clásicos… Edgar Allan Poe.


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Cuento Corto


 

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